Había que dedicar un espacio de reflexión para tomar conciencia acerca de lo que cada uno vemos, sentimos y vivimos de la educación. Y así, en este proceso integral y relacional, pararse a pensar… ¿Para qué educamos?, ¿Cuál es el fin de nuestra labor?, ¿Qué pretendemos conseguir?.
Ante estas preguntas, podemos entrar en un debate con todo lo que abarca la EDUCACIÓN: conocimientos, actitudes, procesos, métodos, contenidos curriculares, trasversales, asignaturas artísticas, los niños y niñas, las emociones, el cuerpo, los conflictos, las familias, etc.
Como dice Carles Parellada,“uno de los retos más importante de la educación reside en resolver de qué forma facilitamos a los niños y jóvenes que puedan vivir experiencias que, más allá de la superación de la supervivencia, les permitan realizarse como seres humanos completos.” |
Aunque cada uno tenga unas ideas u otras acerca de lo que se necesitaría para realizarse como ser humano completo. Podemos acotarlo teniendo en cuenta que al final, cada uno educa y transmite desde lo que es, desde el CORAZÓN. Y eso, es lo que llega a los alumnos/as. De hecho, si pensamos en aquellos que nos marcaron en nuestra vida académica son profesionales que produjeron un punto de inflexión por acompañarnos e impulsarnos en nuestro proceso vital.
“La enseñanza que deja huella no es la que se hace de cabeza a cabeza, sino de corazón a corazón” Hendricks
Por tanto, reflexionando sobre la pregunta inicial, más allá de todo lo que me marca el currículo, lo cual no olvido, respeto y desarrollo, trato de EDUCAR , única y simplemente, PARA LA VIDA. Aparte de adquirir los conocimientos propios del momento madurativo, tenemos que exponernos a la incertidumbre de lo que trae el día a día en el aula para acompañar y facilitar cuanto allí acontezca: discusiones, afectos, problemas entre compañeros/as, emociones, conflictos, muertes, intereses, egos, alegrías, tristezas, problemas familiares, etc. Recogiendo y escuchando todo ello en vez de obviarlo o negarlo por los requerimientos curriculares, temporales u organizativos.
Considero, que la escuela es un ecosistema de personas que se vinculan y debe ser un espacio de conversaciones sobre, y para, la vida. Sin embargo, la escuela la hacemos todos y todas los que estamos en ella, cada uno desde una mirada y un proceso, con intereses y fines diferentes. Así que dejo este espacio abierto para enriquecernos entre todos/as con las aportaciones de cada uno sobre esta pregunta: ¿Para qué educas?. Autor: Ares González Hueso; Fuente: Baalya
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