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Sólo podemos ayudar a los niños si primero nos ayudamos a nosotros mismos.

La educación en valores es importante, pero me alegra saber que cada día más personas creemos que es de vital importancia, por encima de ello, las personas que educamos. ¿Cómo vamos a educar en valores si no practicamos los valores en nuestra vida?

La educación en valores en casa o en la escuela no consiste en decirles a los niños lo que está bien y lo que está mal. No se enseña con cuadernillos, ni con actividades programadas para que los niños discurran sobre lo que deben o no hacer, no se enseña con sermones, ni castigos…

Siempre he tenido la idea de que todos aspiramos a lo bueno, a la verdad, a lo que es mejor para nosotros pero también para los demás. Pero todo ello, en muchas ocasiones, se queda en un ideal. Se queda en una lucha continua entre lo que pensamos y lo que sentimos. ¿Por qué? Quizás porque nos han enseñado a pensar a través de las palabras “No hagas eso”, “Eso está mal”, y a través de los castigos “Te quedas sin hacer lo que más te gusta durante tanto tiempo…” o “Escribirás en un papel las cosas que has hecho mal”, a lo sumo sentado o de pie de cara a la pared a pensar sobre lo ocurrido.

¿Pero que pasa con lo que no se ve, pero sentimos? Los niños observan, los niños viven infinidad de situaciones al lado de los adultos que hablamos mucho, exigimos más y cada vez observamos, reflexionamos y comprendemos menos. ¿Qué ha pasado?

Los niños intentan comprender lo que hacemos los adultos a su alrededor, porque ellos todavía están conectados con lo que sienten. Cuantas más incoherencias descubren en su entorno, más vías de canalizar su frustración buscan: pataletas, berrinches, llamadas de atención… Pero a pesar de ello, seguimos buscando la solución y el problema fuera de nosotros, porque nosotros tenemos razón y sabemos lo que hacemos. ¿Por qué no salimos de nuestra burbuja y escuchamos?

Tenemos dos opciones, o quizás más. Podemos dejarnos llevar por las masas que piensan según un patrón determinado que nos condiciona. O podemos pararnos y reflexionar sobre si lo que hacemos es realmente lo que pensamos y sentimos.

Nacemos inacabados y vivimos para aprender. Dejemos aprender a los niños. Ofrezcamos un entorno feliz y coherente para ellos. El entorno en el que vivimos nos enseña cómo es la vida y cómo hemos de vivir en ella. Pero alrededor del mundo existen muchas culturas y muchas formas de concebir la vida, incluso dentro de una misma cultura. Podemos verlo analizando las formas de actuar de las personas en cada país, en cada barrio, en cada escuela, en cada familia. ¿Qué buscamos? ¿Nuestro interés propio a pesar de los demás, o nuestro interés en armonía con los demás?.

Gracias a todos los seguidores del blog y de las redes sociales por estar ahí, por vuestra fidelidad. Seguimos creciendo y seguimos aprendiendo gracias a todos vosotros.

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