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Manipulación desde la infancia de la publicidad para prepararnos en consumidores

A tenor de los datos que se desprenden de estudios recientes, “el tiempo dedicado diariamente por los niños a ver la televisión es tres o más horas el 42,1%, entre dos y tres horas el 36,8% y una hora el 21,2%. Pero estos datos alcanzan un significado mucho más expresivo si se compara el tiempo dedicado a ver televisión con el dedicado a leer e incluso a jugar”.
El problema del tiempo excesivo dedicado por los niños de menor edad a ver la televisión podría llegar a ser de menos trascendencia que el de determinados contenidos que están a su alcance y a los que se acostumbran sus ojos pronto y sin solución de continuidad, lo que influye en su proceso de socialización. Se calcula que estos espectadores pueden llegar a contemplar en una semana 670 homicidios, 420 tiroteos, 48 secuestros, 30 acciones de tortura, 19 suicidios, 18 imágenes relacionadas con las drogas y 11 robos.
A ello habría que sumar las alusiones frecuentes, cuando no presentaciones descarnadamente explícitas, referidas al alcohol, el sexo, la discriminación por diversas causas y a diferentes colectivos, etcétera. Muchas veces canalizadas a través de la publicidad, pero otras, lo que es más grave, por medio de dibujos animados emitidos en horario infantil y diseñados y dirigidos principalmente a niños.
La conclusión es fácil de establecer: por ver la televisión el niño, como observan diversos autores, no sólo se pierde otras cosas importantes, a veces esenciales, en su educación y en su vida, sino que puede recibir mensajes y ejemplos totalmente censurables que podrían influir de forma negativa en la formación de su PENSAMIENTO y de su ESCALA de VALORES y en la manera de conducirse mediante sus actos consigo mismo y en relación con los demás. Por eso es más que deseable, una necesidad evidente, avanzar hacia un modelo de responsabilidad compartida en el uso de la televisión por parte de medios, escuela y, sin ninguna duda, familia.
Si la televisión, su consumo excesivo e inadecuado, puede llegar a ser nociva para alguien, lo será más que para nadie para la audiencia de menor edad, por diversos motivos: ausencia o escasez de mecanismos de reacción intelectual, credulidad, falta de experiencias directas y demás aspectos que permiten a un adulto o incluso a un adolescente, al tenerlos cubiertos, situar adecuadamente los mensajes y los estímulos recibidos. Estos conllevarán por tanto unos efectos mucho menores o incluso nulos con respecto a las reacciones negativas que pueden provocar en el niño.
Un vídeo para reflexionar sobre la manipulación de la publicidad en la INFANCIA que no podeis dejar de ver.

El texto siguiente está extraído del mismo vídeo arriba expuesto: “El Compro, luego existo, en reemplazo del Pienso, luego existo”. Es esa necesidad que tienen algunos de cambiar constantemente sus teléfonos móviles, por miedo a perder status social, a ser menos que sus pares. Es lo que obliga a miles de personas a hacer filas frente a las tiendas para comprar, por ejemplo, un iPhone. Es ese enceguecimiento, esa compulsión, que nos obliga a comprar algo antes de preguntarnos si realmente lo necesitamos.

Lo peor del caso es que ha quedado demostrado que la felicidad no se puede comprar. Las sociedades ricas, presas del consumismo, son las que, estadísticamente, registran mayores casos de depresión, alcoholismo, crimen, ansiedad, obesidad y suicidios. Ya lo dicen en la película El Club de la Pelea: “La publicidad nos tiene persiguiendo autos y ropas, trabajando en trabajos que odiamos para comprar cosas que no necesitamos”. Y eso las empresas lo saben, razón por la cual la obsolescencia planeada.

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